Decía aquella canción de Héroes del Silencio, «Soy dueño de mi silencio y esclavo de mis palabras«, un dicho popular que se repite constantemente para referirse al hecho de contar a según quién, qué cosas. Hay cosas que le contarías a tus amigos y nunca a tu familia, es más, te preocuparías de que aquellos amigos que tienen una relación estrecha con tu familia, nunca se enteraran.
Antes, cuando queríamos compartir con el mundo algo, pintábamos un graffiti en una pared, grababamos el mensaje en un árbol o lo escribíamos con un Edding en el respaldar del asiento del autobús. Normalmente eran mensajes de amor pero había de todo. Mientras tanto, por carta y más tarde por teléfono móvil y email, escribíamos lo que sólo nos interesaba que conociera una persona.
Hoy, las Redes Sociales empiezan a ser sustituto de aquellos medios tradicionales y modernos con los que nos comunicábamos hace 3 días, son más baratos, la interacción es mayor y sobre todo, cumplen con nuestras necesidades sociales.
En mi vagar por los perfiles de mis amigos y amigas, es rara la vez que no encuentro el típico novio que ha dejado un mensaje de amor a su pareja a la vista de todo el mundo o la cantidad de números de teléfono que se vuelcan en los perfiles acompañados de un «llamame y bajo«, obviando los peligros de compartir esta información con el total de los ciudadanos.
Quizás ese fuera el error de unos chicos de El Viso del Alcor en Sevilla, dar demasiada información al mundo y como, según leo en ABC, publicar abiertamente en una red social lo que opinan, en serio o en broma, sobre otro grupo de chavales de un pueblo cercano, los cuales a modo de venganza, agredieron y destrozaron bienes en una especie de emboscada programada.
Yo no digo que no se opine de la gente y comprendo que las opiniones pueden o no, gustar a la persona en cuestión, pero escribirlo abiertamente puede tener sus consecuencias si por una vez, estamos opinando sobre personas descivilizadas, como en el caso que nos ocupa.
Escuchando: el tic tac de un reloj 😛